lunes, 26 de marzo de 2007

Mi Cristo solo

Hace pocos días, cuando la cuaresma vive su punto álgido, me acerqué por tierras de San Andrés a retirar la papeleta de sitio que me permitirá portar, un año más, mi cruz de penitente tras el misterio del Traslado al Sepulcro. Al finalizar la espera y salir de la Casa Hermandad con el pasaporte de la gloria en la mano, pasé al interior del templo. Entrando por la puerta de la calle Daoiz giras la mirada a la izquierda para ver como se alza, majestuoso el paso grande y dorado, con sus faroles de plata, que mostará a Sevilla el Lunes Santo como fue el recorrido de Nuestro Señor hasta su ultima morada en la tierra. Guiando mis pasos hasta la capilla donde todo el año nos esperan nuestras imágenes, me arrodillé ante el Cristo de la Caridad. Mi di cuenta de que estaba solo. Sus amigos, sus hermanos José de Arimatea y Nicodemo ya no estaban con el. Ya habían subido al paso, por pura impaciencia de Lunes Santo.

El Cristo yacía solo, sin las manos amigas que sujetan su sabana, sin ese diálogo impresionante que hace guardar silencio a Sevilla, sin la custodia de las miradas de sus amigos, los que no le faltaron, los que no le dejaron, los que mostrarán a Sevilla la grandeza de nuestra fe, cuando la tarde del Lunes sea plena.

Esta imagen distinta de mi Cristo me hace pensar si no dejamos solo al Señor demasiadas veces. Sin embargo me bastó volverlo a ver en la tarde del Domingo de Pasión, frente al altar, expuesto a la devoción de todos para besar sus plantas. Se que no quebraremos nuestra fe, ni tantos devotos que estarán a tu lado por las calles de Sevilla, extendiendo tu monte de lirios por las aceras de la fe, ayudando a José y a Nicodemo, consolando a tu Madre, a tus amigas, al discipulo que tanto querías. Y sobre todo, nunca estarás solo porque no te faltará el aliento de tus nazarenos de Santa Marta, ni la caricia del aire de Sevilla perfumado por el incienso que te precede.

Charitas Cristi Urget Nos.