Has desembarcado con ella de la mano. No lo has hecho en históricos navios Guadalquivir arriba, sino en nada romántico metro, con lo que has largado, y ahora sin decir palabra te sirve en bandeja las calles antiguas que tanto quieres.
Pones un pie en la Puerta de Jerez, y miras su cara. Esa expresion de mirada de cinco años te llena el espiritu por completo. Extasiada ante las luces y el sonido, es ella la que te lleva de la mano a tu infancia, la que te parece de verdad y no de plástico.
Llevais unos dias hablando, entre amigos, de como vuestros hijos apenas tienen alumbrados y signos de Navidad que conocer, añorando aquellos años de explosiones de luz y colorido. Como si las Navidades que fueron se hubieran quedado, solo, en grandes almacenes.
Por eso has querido ir corriendo con tu pequeña a recuperar aquel estallido de niñez auténtica. Y te la ha regalado en sus ojos mirando a los tendidos de luz, luz de Navidad que atraviesa a lo ancho y largo la Avenida. Frio en los rostros y sonidos de vida, que tal vez no sean del todo navideños, pero ya vendrán los campanilleros a cantarle a la Virgen el día 22 en el Salvador.
Mientras, te dejas embriagar de su voz infantil, obsevando cada matiz, preguntando mil y un detalles, buscando un belén, un puesto de castañas, o un simple caminar abrigado de adviento.
A veces la felicidad es bien sencilla, y encima, estos dias de luz de navidad van dejandote signos hermosos, entre Concepción y Esperanza, de que el gozo empieza a quedar cada vez más cerca.