domingo, 5 de octubre de 2008

Teoria del reloj de arena




Hoy tenemos una tarde preciosa. Es domingo. Es cinco de octubre, y un cielo envidable, teoricamente de invierno, pone techo azul a Sevilla. La breve gloria de un paseo de calles tranquilas te reencuentra con el sueño de un mes de marzo o abril, porque el reloj de arena del tiempo, ese que descontamos grano a grano, mota a mota, nada mas que se cierran las puertas de Santa Marina con los ulltmos compases de Amarguras, ya ha dejado caer la mitad de su contenido, y dentro de seis meses, solo seis, un nuevo amanecer de Domingo de Ramos nos hará temblar de sensaciones y lagrimas del alma.


El reloj de arena de esta vida que es una Semana, como dijo el pregonero, es fiel y constante, a la par que inexorable. Entre su arena escurridiza se queda la vida de muchos cofrades que no llegan a terminar la cuenta de este año, porque su Esperanza, como a Jose Gómez, los llama para darles una vara dorada en la glora de su dulce mirada. Desde aqui el abrazo a su familia y a los hermanos de la Trinidad, que añadirán una emocion mas a la grandeza de su Sábado Santo.





Hoy, cuando solo seis meses nos separan del sueño, no es instante de hablar de otras cosas, tan solo de lo que importa, de la arena que empieza a decrecer en su caida y nos acerca al encuentro cotidiano con el Señor y Su Madre, en las iglesias y capillas, en tardes lluviosas y en mañanas de domingo de paseo con los niños. Asi, cerca de Ellos, la arena sigue cayendo cada vez mas deprisa.


Un cinco de abril será Domingo, como hoy. Pero tendra apellidos. Sera "De Ramos". Cuanta grandeza y cuanta fe se vuelven a acercar entre la arena del tiempo que no nos perdona, que no se detiene, pero que nos regala el encuentro, a seis meses vista, de la certeza de una eternidad de vida que aqui llamamos Semana Santa.