Los viernes de marzo tienen lo que tienen. Tu lo sabes, y por eso encaminas tus pasos adonde te llevaron de la mano. Los pasos pueden hasta tener direcciones distintas, pero siempre un mismo sentido.
Si coges la calles Cardenal Spínola a media tarde, te sentirás como surcando mares contra corriente, porque centenares de devotos ya vuelven de visitar al amigo, al hermano, al padre, Al Que Todo Lo Puede, y Que Vive en San Lorenzo. Y caminas contra esa marea para desembocar en la Plaza, y cruzar el dintel de la Basilica. Aun no hay pasos preparados, ni siquiera colas de papeletas de sitio, pero está alli, como siempre, aunque la luz de marzo ya presagia el encuentro de la Madrugada.
Si tu pasos se dirigen hacia San Ildefonso, te sentirás parte del río que confluye en la parroquia desde los afluentes de las calles adyacentes. La devocion antigua al Cautivo se percibe en todo tipo de gentes que vienen a rezarle estos viernes. Verás mayores, jovenes, niños de la mano. Verás Sevilla siendo fiel a si misma, sinceramente, detenida en una mirada orante al Señor con las manos atadas.
Los viernes de marzo se hacen hermosos cuando la luz de la tarde va palideciendo, después de haber servido de gúia a los mares y ríos de la devoción de Sevilla.