sábado, 17 de septiembre de 2011

Semana Santa 2011. Puerta de Carreteria



El Viernes Santo de 2011 ya no tenia vuelta atras. Como un conteo de amarguras, los dias, las tardes y las noches nos habian sido arrebatados, y esta tarde fue otra vez gris de agua, con derrota de ese cielo azul carreteria que perdimos asidos a un paraguas, que se hizo demasiado compañero de fatigas y ausencias.

Esa tarde de Viernes Santo fue de conversaciones en la cola de los templos, para la visita fugaz a las imagenes que dejaron vacias y tristes las calles.

En el Arenal, una inmensa cola callejeaba por las estrecheces. El Maestro Burgos ya escribio del vacio y la soledad de una capilla sin cofradia, pero, ¿y el vacío de unas horas en las calles por las la cofradia debia ser historia viva y romantica camino de la Catedral, pero que no pudieron ser?

Cuando acababa la cola te topas de bruces con esta fotografia. Puertas de una hoja abierta, como las ganas de estallar en terciopelo azul que se quedaron en el mero intento, de ilusion cercada por nubes oscuras.

La vision inenarrable de este misterio majestuoso te hace pensar que, o bien las puertas del cielo se parecen en algo a esto, o realmente no se antoja que se nos arranque de este otro cielo sevillano que cada Viernes Santo toma hechura de Tres Necesidades al Pie de la Santa Cruz. La tarde noche lluviosa del Viernes Santo nos hizo un poco mas carreteros, con la mirada clavada en ese misterio, en esos candelabros, en ese pasaje evangelico que, no, no iba a echar a andar por el viejo Arenal.

Tras los clavos dorados de esas puertas antiguas, se seguira guardando, a modo de cofre sagrado, la luz del misterio carretero. Que me digan si no es para contar dia a dia, hacia atras, los dias y horas que puedan quedar para otro Viernes Santo, de sol por supuesto, y aguardar que por esa puerta te parta en dos el espiritu un barco inmenso de madera oscura, de hojarascas sujetas por sogas, de garras de dragón desafiando asfaltos, de Carreteria en fin, y que te sumerjas otro año más en el sabor eterno del discurrir elegante de la cofradia que, tu lo sabes, sientes como tuya aunque no figures en su nómina de hermanos.