sábado, 17 de noviembre de 2007

"NO ME LLAMEIS NOEMÍ"

A Pablo, nazareno de la Amargura

Asi reza en las paredes de su casa. Prefiere que la llamemos Mara.
El pregonero de 2002, Carlos Colón, nos lo decía:

"Adaptamos el Misal a nuestra liturgia sevillana, y si en él leemos que el Adviento es el tiempo de recordar a Juan el Bautista, vamos a su templo el 21 de noviembre, no a oír su palabra áspera, sino a verla en ese espejo de los dolores de la Pasión que es el rostro de la Amargura.

Por eso las lágrimas de quienes lloran a los suyos son las mismas que las de esta Virgen que toca el fondo más negro del dolor sin esperanza. Ni la admiración que suscita, ni el ajuar espléndido del que su hermandad la ha rodeado a lo largo de tres siglos, ni las oraciones, ni el amor de sus hijas de la Cruz, nada puede consolarla y hacerla callar, para que no siga repitiendo, cada Domingo de Ramos, las palabras de Rut escritas en su capilla: " No me llaméis Noemí, esto es, hermosa, sino Mara, esto es, amarga, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Llena me marché, y el Señor me trae vacía. No me llaméis Noemí, porque el Señor me afligió, el Todopoderoso me maltrató."


El próximo miércoles será 21 de Noviembre, y se cumplirán 53 años desde que coronaron a la Virgen de la Amargura. Pero ya hoy, sábado 17 de Noviembre, esta esperándonos allí, en su casa de San Juan “De La Palma” para que besemos sus manos

¿Por qué sentimos ante Ella, vestida de luto, mirada triste de infinita belleza, que algo en nuestro interior nos esta abriendo las puertas de un tiempo soñado?

Puedes sentir la contradicción del tiempo frío y el calor de las emociones bajo su mirada. Recuerdos que se agolpan porque tu memoria te lleva a un Domingo de Ramos cualquiera de silencio blanco, plata, bordados, y sones clásicos.

Confrontar los ojos de la Amargura es saber de dicha y de pena, de padecimientos, de belleza, de dolor y de infinita misericordia. Añoramos a quienes se fueron, convencidos de que están con Ella donde siempre es víspera, donde siempre amanece ese sol que besa el rostro amargo por las vidrieras del templo, el que se levanta a pulso por primavera, el que da brillos al dorado del canasto, y ciega los ojos del nazareno al cruzar el dintel.


Iremos a verte, y quien sabe si te llevaremos la contraria. Puede que no hagamos caso a las palabras de Ruth. Si, puede que además de Mara te llamemos Noemí, porque ahora y siempre, eres hermosa y bendita entre todas las mujeres, como bendito es el fruto de tu vientre.