En la mañana del cinco de enero todos tenemos la mente puesta en la media tarde, cuando empiezan a llover caramelos desde los cielos y el niño, que jamás hemos de permitir que nos abandone, que nos sigue pululando por dentro, pugnara por coger este o aquel caramelo, agachandose con una sonrisa, quien sabe si llevando a un pequeño de la mano.
Hoy tienes un dia para dejar de ser descreido, para creer a pies juntillas lo que una vez creiste ciegamente. No se trata del materialismo envuelto en papel brillante, se trata de la emoción, de la vida, del reencuentro con la infancia perdida....o no tan perdida, que te estalla entre el colorido de una carroza o la guasa de un beduino, o incluso el sonido alegre de las mismas cornetas y tambores que te harán temblar de aqui a menos de noventa dias.
Pero permitidme que confiese mi mejor regalo, el que se entrega desde San Lorenzo en peqeños pedacitos desde el uno de enero. Cuando la Cabalgata avanza por las calles de Sevilla, el Señor culmina su Quinario en su basílica, para que el día 6, la Epifanía, todos estemos a sus plantas, declarando nuestra devoción y poniendo la primera hoja del libro de la belleza que escribiremos durante tres meses hasta que la primavera nos entregue su primera luna llena.
Por eso hoy es imprescindible sonreir, porque hay Reyes Magos en cada uno de nosotros, porque hoy revivimos algo grande ocurrido hace mas de dos mil años, y porque se nos ha vuelto a dar desde San Lorenzo, el regalo mas hermoso, el Regalo de la Fe que nos entrega desde sus ojos y sus manos el Señor del Gran Poder.